jueves, 5 de mayo de 2016

¿Qué es neobarroco? Neobarroco eres tú

El mundo de la cultura está lleno de gente extraña. Hoy, pido que se me incluya en dicho grupo. No voy a tratar de establecer una tortuosa relación entre Mickey Mouse y los Illuminati, pero la tarea que propongo es igual de compleja: definir el gusto contemporáneo.
La gran dicotomía no es «historias de amor» o «historias de guerra», ni siquiera es «novela» o «cualquierotracosa»; sino «clásico» o «barroco».
Ambos conceptos se dan a la vez, no pertenecen a una época hermética —se dan siempre en todo momento con la salvedad de que uno domina sobre el otro cual Christian Grey— y significan algo distinto de lo que se cree que significan.

Mamá, ¡soy un antiguo!


Tranquilo, respira, todavía no eres la vergüenza de la familia. Salir del armario del clasicismo no es tarea fácil hoy en día si no eres un varón blanco heterosexual de ya una cierta edad, pero yo estoy aquí para ayudarte.
Rambo.
El primer síntoma es que te gustan los libros de bricolaje o los de recetas o las grandes enciclopedias. El orden, lo clásico y la búsqueda de lo universal frente a la individualización del individuo —sí, lo veo en los posos del té, debes de ser Libra. La estabilidad ofrece cierto confort y seguridad en contraposición con el caos, es más económica y permite hacer previsiones. Lo clásico es no lanzarte de un avión sin paracaídas o, mejor dicho, ofrece la posibilidad de pensar si de verdad merece la pena lanzarse de un avión por mucho paracaídas que se tenga.
Es difícil ser un clásico hoy en día porque, por suerte o por desgracia, no es la tendencia dominante. A pesar de ello podemos encontrar multitud de ejemplos de figuras clásicas en la forma de arte por excelencia de esta época: el cine.
Lo clásico sería Rambo. De acuerdo, antes de que cierres la página termina este párrafo, por favor. Rambo es un objeto de admiración, un dechado de virtudes canónicas, al igual que lo fueron las estatuas de los héroes griegos en su día. Rambo es atemporal; puede existir en el pasado medieval (Conan), en la actualidad (Rocky) e incluso en el futuro (Terminator); pero un Rambo siempre es un Rambo y siempre sigue el mismo esquema —que ofrece, como ya hemos visto, cierta comodidad y seguridad al receptor, como las redes que cuelgan bajo los trapecistas—: se trata de un hombre con un físico que se considera el ideal, frecuentemente luchando por honor, con una dama en apuros a la que debe rescatar y un contrincante anónimo, si bien no siempre de forma literal, pero al que nunca se le da mayor profundidad que la de ser «El Malo Necesario Para El Triunfo Del Héroe», que es un término exageradamente largo y carente de utilidad.
Se trata de personajes tipo, al igual que sucedía en los dramas románticos (todo el mundo tendrá en mente El Galán, La Dama, El Oponente y El Criado Gracioso) y está bien que te gusten, pero no lo digas en Twitter.

Mamá, ¡no me comprendes!


"El trono de hierro es mío."
Hay una razón por la que a algunas personas les gusta más Loki que Thor y no, no tienen nada que ver sus actores.
Loki ofrece un arquetipo muy distinto del clásico que defiende Thor. Es un héroe atormentado, con un pasado trágico y un futuro que no suena mucho mejor. Es poderoso y terrible desde un punto de vista moral. Es, en todos los aspectos, un monstruo.
En algunas épocas históricas se crean más «monstruos» que en otras y las razones no siempre son las mismas. En la Edad Media el Kraken aterrorizaba a los marineros, en el Romanticismo Drácula aparecía como un terror no demasiado deseable —discutible según a quién se le pregunte, pero que toda madre desaconsejaría— y en la actualidad tenemos a Alien y a Tyrion Lannister.
El monstruo representa lo extraño, lo desconocido y lo raro, dicho de otro modo, es un foco claro de atención para todas las miradas y se hace hincapié en su rareza. La psicología de un monstruo es, por definición, mala y por lo tanto esto se refleja en su físico, proporcionando una relación clara que facilite el «ah, ese es el malo» del público.
Sin embargo, los monstruos hoy en día han ido más allá de esa asociación y las categorías bailan al son del bastón de Loki. Un monstruo no necesita ser horrendo para ser malo y, aunque sea malo, eso no implica que sea menos deseable.
Esta es la tendencia dominante en la actualidad, el acuñado por Omar Calabresse como «gusto neobarroco[1]»; se buscan el caos y el desorden blandiendo como lema que el arte debe imitar a la vida y que esta carece de sentido alguno. Se romantiza al monstruo y se le eleva a la categoría de héroe, rompiendo con ello todos los moldes establecidos desde que Homero acuñó a su Aquiles y a todos los «Rambos» que lo seguirían luego.
And I think that’s beautiful.   




[1] «¿Pero existe, y cuál es el gusto predominante de este tiempo nuestro, tan aparentemente confuso, fragmentado, indescifrable? Yo creo haberlo encontrado y propongo para él también nombre: neobarroco. Pero enseguida hago la precisión de que la etiqueta no significa que hemos «vuelto» al barroco […]. El «neobarroco» es simplemente un «aire del tiempo» que invade muchos fenómenos culturales de hoy en todos los campos del saber, haciéndolos familiares unos a otros […]. Siguiendo este principio me permito asociar ciertas teorías científicas de hoy (catástrofes, fractales, estructuras disipadoras, teorías del caos, teorías de la complejidad, etc.) con ciertas formas de arte, de literatura, de filosofía y hasta de consumo cultural.»

1 comentario:

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